La mujer había llamado para preguntar porqué la letra no era del importe que ella solía pagar. Temblorosa, su voz fue dictando los “pasos” necesarios para atravesar el exigente filtro informativo del Banco Online. Finalmente, cuando contestó el cuestionario en forma correcta, pudo plantear su problema. La operadora la escuchó hablando de su problema personal, decía que su marido – un jubilado según la ficha en la computadora -, había salido recién del hospital, y ella no estaba enterada de que su banco no había pagado la letra. La operadora le informó del porqué el sobrecosto. Repentinamente la señora guardó silencio. La operadora no entendía lo que pasaba, “Señora? Se encuentra allí?”. Luego, escuchó lastimeros suspiros e hipos. “Señora? Se encuentra bien?”. “Sí, señorita, me encuentro bien.” – le contestó con fingida compostura – “pero no entiendo cómo pueden tratarnos así a los pobres”, se quebró de nuevo en llanto. “Pero lo pagaré, no sé cómo, pero lo pagaré.” – prometió finalmente, antes de colgar.
Muchas de las llamadas recibidas en aquel centro de llamadas eran muy parecidas a esa. Muchísimos clientes del banco, llamaban constantemente a preguntar el porqué le cobraron demás. Había miles de explicaciones técnicas, y seguro todas eran ciertas. Era una condición del contrato, eran gastos de cobranza, etc, etc. Resultaba casi imposible que los clientes, pudieran hacer algo para evitar que se les tuviera un poco de consideración. Todo estaba pensado, calculado.
Mucha gente en Paraguay sueña con irse a Europa, casarse con algún europeo que tenga un buen trabajo, y nunca más volver a Paraguay. El sueño de la chica paraguaya es encontrar un marido que le mantenga y le compre todo lo que ella quiere, y que nunca tenga que trabajar. Y mejor si eso es en Europa, es el sueño de la “Cenicienta” paraguaya. O mejor, ir a Europa a trabajar unos años, juntar dinero, y volver, poner algún negocito, algo que jamás podría conseguir si no saliera del país. Incluso mujeres casadas, divorciadas, solteras, con hijos, tienen el mismo sueño. Y muchas van en la búsqueda de ese sueño.
Europa, EEUU ejercen un poder atractivo irrefrenable para los paraguayos. Sueñan con una vida allá, como sale en la tele. Todo es tan perfecto en el primer mundo, en esas series, que la gente se lo cree. Y en cierta forma, al escuchar las llamadas de ese centro al servicio de un Banco en España, se concluía que todo es perfecto en Europa.
La tecnología y la globalización han logrado cosas inimaginables.
La vida de una persona, está totalmente contabilizada con esa tecnología. Sus gastos, su salario, los hijos, los números de teléfono, sus enfermedades, los lugares donde ha vivido, desde cuándo, sus lugares de trabajo, si se divorció o no, y de qué forma. Todo está en la base de datos.
Su salario es movido al toque de un botón, desde el banco de la empresa para la que trabaja, a una cuenta bancaria a su nombre. De ahí se le debitan los gastos de servicio, luz, agua, teléfono, celulares, alquiler, tarjeta de crédito, préstamos. Y con lo que le sobra – a veces no le sobra nada – el pobre europeo tiene que sobrevivir.
El bombardeo de marketing es shockeante, anestesiante, alienante. Nadie es nada si no tiene. El objetivo de todos es ganar la carrera de tener. Tener es más importante que vivir.
Y luego, ahí ya está la tecnología, lista para brindar todos los botones necesarios para asegurar el cobro de la carrera por tener. Durante años, el marketing se ha ocupado de justificar la irrupción en la privacidad de la gente común, con la idea de que la tecnología es segura, ahorra trabajo, porque ya no tendrás que ir caminando a una boca de cobranzas para pagar tu luz, tu agua, tu teléfono. Ellos te brindan la facilidad de automatizarlo todo, para que tú no te estreses, no camines…
Les faltó decir, para que “no pienses”.
Poco a poco, han ido metiendo la idea de la automatización, sin que la gente se diera cuenta de que con ello, pierden su autonomía, su privacidad, su poder de decisión sobre su dinero, el control de sus gastos. Con el sistema hoy impuesto en el primer mundo, la gente pobre ha quedado a completa merced de monstruos voraces que literalmente se “tragan” su dinero, sin que el infeliz pueda cuestionar siquiera.
Sólo se percatan de esta diabólica dinámica, el día que no tienen ni para comer, y que sólo trabajan para mantener a esos monstruos que le dieron unos cuantos espejitos, a cambio de la explotación despiadada de la que son objeto, sin siquiera poder preguntar porqué, como la señora de la llamada.
Cuando preguntan “porqué” hay una respuesta técnica pensada para cada opción, y además el banco no existe físicamente, sólo en la tecnología. La operadora del centro de llamadas, se encuentra a 10 mil km de distancia, en un paraíso fiscal del 3er. Mundo, percibiendo por su trabajo, una centemillonésima parte de las jugosas utilidades. El pobre infeliz, ni siquiera tiene la oportunidad de ir y pegarle una buena trompada a quien le responde mal, cuando pregunta porqué. Está en otro país, no existe, es virtual, así como virtual es la forma en que se quedaron con su dinero.
Es sólo una pequeña muestra de la "perfección" del primer mundo.
La perfección de lo automático, de lo virtual, en realidad no le favorece a la gente pobre, sino que la empobrece más, y la despoja también de sus más elementales derechos. Es una especie de mensú del siglo XXI, todo lo que gana, lo tiene que dejar en el almacén del capataz, que finalmente es del patrón, y las más de las veces se quedan en saldo rojo.
El pobre trabaja de sol a sol, pero siempre le debe al patrón.
Y así, una y otra vez, uno puede leer en la prensa europea, que partidos políticos conservadores han ido recuperando terreno, desplazando a partidos progresistas, sin que la gente se diera cuenta, que están votando en realidad para que le empobrezcan más y más. Con discursos nacionalistas, xenofóbicos, se hacen de la adhesión de aquellos que culpan a los inmigrantes de la falta de trabajo, de la crisis económica. Cuando en realidad, los pobres europeos lo que hacen es ceder su libertad cada vez más, más. Y en algunos casos, son tan dignos de lástima como los propios inmigrantes a quienes odian.
Los dueños de los monstruos financieros e industriales internacionales, no tienen ni una pizca de xenofobia. Sin escrúpulos, contratan a los inmigrantes para desplazar a los nacionales, o llevan sus industrias países “más baratos”, dejando en la ruina a miles de compatriotas suyos, sin importarles un comino las consecuencias, o el tendal de suicidios, depresiones, familias rotas que provocan con ello. Y también, sin escrúpulos, apoyan a políticos que se valen del discurso nacionalista, para capturar los votos de los mismos desplazados y perjudicados por sus amigos industriales y financistas que los apoyan.
O sea, una anestesia corporativa sistemática.
El llanto silencioso de aquella señora, que enseguida recuperó la compostura orgullosa de española de pura cepa, que no suplicaría jamás a una “sudaca”, ese llanto es a veces el único síntoma de que esta gente no está muerta, de que no son zombies sin sentimientos. Ese quieto llanto es la prueba del dolor causado por la perfección del primer mundo.
Me quedo pensando en ello. Cierro los ojos y veo en mi mente el sol enrojecido del atardecer mensú.
Rojo el sol, roja la tierra, roja la sangre del mensú. Igual que la de los europeos.
Veo en mi mente la vorágine verde de la selva despiadada, de tigres y pumas alrededor del yerbal. Puedo oler la quema de las preciosas hojas en las que se le va su corta vida. Y siento pena, mucha pena, quiero llorar como esa señora que llamó a preguntar “porqué”.