martes, 9 de noviembre de 2010

Los lentes

Se los sacaba y se los podía de nuevo, así una y otra vez, en forma temblorosa e insegura, porque las patillas del óculo parecían el pene de un viejo, así tambaleantes, sin fijación ninguna, rotaban en un eje imaginario, sin asidero, no se sostenían en sus orejas, se deslizaban hacia los lados  de la cabeza, como abriendo las piernas, cayendo en un movimiento de tijeras de bailarina, y él los volvía a sostener, como tratando de sujetar y juntar las piernas de la insistente danzarina, que sólo había aprendido la lección de las tijeras…
Así, entre esos movimientos repetitivos, mecánicos, histéricos, comenzó a balbucear, primero en forma incoherente, luego con una fuerza indescriptible, con una convicción y un espíritu inquebrantable. Se quejaba de todo, decía que allí todo estaba mal…
Dijo “siempre le digo a la gente que nunca deje a sus muertos solos aquí, yo presencié lo que hacen con los cadáveres indefensos. Les abren la panza y se sirven de allí todo lo que quieren, hacen un festín con la chura de los muertos. Hígado, corazón, ojos, riñones, hay para todos los gustos! Fíjate que el otro día le sacaron el marcapasos a una señora, y le robaron! Pero los familiares se dieron cuenta, porque habían pedido que se lo sacaran, querían usarlo para un sobrino que también necesitaba el aparato, pero todos se hicieron los ñembotavy. Nadie gua´u encontraba el dicho aparato. Los familiares les denunciaron, vino la fiscalía a intervenir el lugar, y mágicamente apareció otra vez en un rincón, en el que toda la familia ya había buscado. Ves?
Acá hay una rosca, que tiene una fuerza, que ni te imaginás! Nadie puede con ella!
Nadie puede resolver el problema aquí. Todos los que vienen dicen que vienen a cambiar, y seguro cambia algo, pero nunca para mejor.”- exhaló un largo y lastimero suspiro. Parecía haberse desinflado de una enorme bola de gas venenoso, que le corroía las entrañas.
“La otra vez, por ejemplo”- continuó con su penoso relato, “vino un señor de San Pedro, llegó como a las tres de la madrugada, estuvo rondando aquí y allá, suplicando la atención de un alergista, los funcionarios se reían, se codeaban, y cuchicheaban entre ellos, y luego le decían “Ndai kuai, amo frente na e porandu, ore ko ndoroikuai voi”, y luego se reían a sus espaldas. El pobre señor, achacosamente, iba y venía por los pasillos, preguntando en cada ventana.
Los funcionarios ya habían desayunado, se ocupaban afanosamente del suculento terere. Sabés que esto sucede alrededor de las nueve de la mañana. Pero el señor estaba todavía dando vueltas, preguntado y esperando lo mismo. Así estuvo hasta que la yerba ya estaba lavada…
Finalmente, vino aquí y me contó su historia. Me dio mucha pena, no hablaba castellano… Trataba de sonreír, seguro que no le salía la sonrisa por el dolor de las piernas, no tanto por su boca vacía de dientes…Omombe´u icheve lai problema. Rápidamente, contacté a algunos amigos del sindicato. Sabés que aquí hay 14 sindicatos, verdad? La red de sindicalistas es muy poderosa! Bueno, le llamé a estos socios, y  les pedí ayuda para el pobre señor. Rápidamente se movieron, y en menos de media hora, ya le habían atendido, y solucionó la necesidad que tenía: necesitaba un diagnóstico para operarse las piernas. Era sólo eso, una consulta y un diagnóstico. Y como sólo hay cuatro alergistas en todo el hospital, nadie quería meterse en esa vaina. Nadie pues quiere jugarse el pellejo ayudando a alguien que ni siquiera conoce. Acá se le sumaria por cualquier vyrorei a los perros!”, esta vez el suspiro era casi llanto.
“ Y eso pues es el problema” continuó sin dame tiempo a reflexionar, “el problema luego es que nadie quiere ayudar en nada. Para qué? Sabemos que no se va a solucionar nada. Este nuevo consejero obrero por ejemplo, mirá na la foto” – me mostró la foto pegada en la sucia mampara de aglomerado. Un petiso con cara de pícaro, con barbilla estilo Robin Hood, abrazado fogosamente a Lugo, casi lamiéndole la barba al paí kue. Por cierto, el abrazo estaba trucado con fotoshop. “Qué peligro”, pensé, “así hasta pueden publicar una foto de Lugo haciéndole fellatio a Carrizosa… o a Calé!” Espanté esas ideas diabólicas de mi cabeza en un movimiento de espantar moscas.
Sentí como un bulto en la boca del estómago. Aún tengo frescas en la memoria, las imágenes de Stroessner, joven, sin arrugas, elegantemente trajeado y con un peinado estilo “Lo que el viento se llevó”. Ni un gramo de panza en las fotos, y su delicado y arrubiado bigote, impecablemente recortado. Era un lindo señor cuando joven. Muchísima gente le tenía una especie de adoración.
No me olvido de mi abuelo. Era Juez de Paz de la vieja guardia, se fueron él y mi abuela a Ciudad del Este donde vivíamos también alguna que otra migaja del derroche de Itaipú. En aquel tiempo "Ciudad Presidente Stroessner", un 3 de febrero, aniversario de la ciudad, Stroessner estaba también en el desfile de las chiroleras con minifalda y botas, y un anémico regimiento de fronteras, que sólo paseó su famélico sostén de verde´o.
Entre la multitud salpicaba de retazos colo´o, los abuelos, sonrientes, saludaban con sus respectivos pañuelos, felices de respirar el mismo aire circundante al Mburuvicha.
Nunca había visto tan feliz a mi abuelo. Me puse feliz también yo, al verlo así, lo amaba demasiado para dejar empañar ese momento con los terroríficos rumores  que hablaban del  General Colmán tirando guerrilleros desde los aviones. Las viejas cuchicheantes, no tenían otro tema para hablar. Parecían muy lejanos esos chismes en ese momento pleno de felicidad familiar, era todo tan perfecto entonces.

Tenía mi familia feliz, junta, comiendo bien, en una linda casita de Itaipu, un cochecito usado, que aprendí pronto a manejar. Quién podía ocuparse del ñeembegue? En esa época lo único que tenía en mi cabeza eran los besos de mi hermoso y rubio noviecillo. Sus hermosos ojos verdes ocupaban todo lo que había debajo de mi negra cabellera y los besos que nos dábamos no pasaban desapercibidos. Me estremecía de pies a cabeza cuando nos besábamos en el patio trasero del colegio.
Era tan lindo todo! El colegio - como un monasterio enclavado en el recientemente desmontado bosque -, tenía todo lo que Itaipú podía comprar, un colegio de ricos, gratis para nosotros los pobres, hasta compañeros de la clase alta! Habían venido de los mejores colegios de Asunción, y estaban a nuestra merced, en medio de esa ciudad fabricada, de la tierra colorada que se te pegaba en la lengua.
Ah! Qué tiempos inolvidables…
Por supuesto que ni pensaba en ese momento en los tipos atados con bolsas de arpillera arrojados al vacío.
Eso vino después.
De la forma más inesperada, más nauseabunda.

“Yo,” – continuó  el hombre de los lentes bailarines –“ahora estoy en el freezer, ya está preparado mi traslado, el presidente de IPS no ve con buenos ojos que yo le quiera ayudar a la gente, y sobre todo, que hable tanto de los derechos de los asegurados, a los asegurados. Mejor si no saben nada. No se puede dar respuesta a la demanda con la infraestructura instalada. Es más fácil hacerse el ñembotavy, y velar cada uno por su olla. Nadie pues sabe cuánto tiempo va a estar aquí, así que no hay que perder el tiempo tratando de ayudar a nadie. Aparte no se puede con la rosca.” – finalizó con aire resignado. Dejó caer los temblorosos lentes a un lado, que quedaron a un costado de su mano, con las “piernas” abiertas.
Se quedó mirando la foto de la mampara. La miré también yo, y otra vez me vino a la memoria la foto de Stroessner.
Salí de allí a la sofocante siesta asuncena.
Subí al colectivo e iba pensando en lo que había escuchado.
Pensé en el calor, aún no entiendo porqué hace tanto! Recordé algún párrafo de Gabriel Casaccia en “La babosa”. Nunca leí una descripción más magistral del calor paraguayo que en ese libro.
La que yo pudiera hacer aquí seguro no superará la de Casaccia. Era un maestro.
Yo sólo veía los bloques de la ciudad, sucios, desordenados, calcinantes….
Pensaba, cómo hicieron para fundir así nuestro país? Esos bloques son la prueba más palpable del desprecio de los poderosos hacia lo bueno, lo importante. Esa es la única explicación que le encuentro a esta Asunción despreciable del presente.

---+++---

No hay comentarios:

Publicar un comentario